viernes, 24 de agosto de 2007





UNOS OJOS RASGADOS CRUZARON MI CAMINO.

Esa mañana en Kanazawa ondeaban verdes los arrozales y me crucé con tu mirada. Había llovido, bajabas de un coche negro, yo acababa de visitar el amplio jardín de Kenroku-en. La serenidad, el frescor, el agua, los puentes de sutil diseño y los bellos paisajes se habían apoderado de mí. Apareciste tú, mirabas simplemente. No entiendo vuestras miradas, parecías distante, ajeno, sin embargo tus ojos eran profundos.
Un taxi me llevó a la estación, andén 3, coche 4, allí estabas de nuevo, lucías tu magnífica sonrisa. El viaje fue un continuo de miradas, gestos, preguntabas por mi país, mi trabajo, mis deseos.
Llegamos a Kyoto en un suspiro, nunca un tren bala fue tan bala. Y sin más despedidas, quedamos en vernos a la noche, no dijimos ni hora, ni lugar, seguros de que sin duda el azar nos llevaría otra vez al mismo punto, al mismo tiempo.

3 comentarios:

  1. Muy bueno, Gaia, muy bueno tu relato. Un continuo de miradas, gestos...

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  2. Que bonito! Al final de la noche, que sucedió?

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  3. Hola Gaia.
    Me gusta mucho como escribes porque tus palabras me inducen a soñar y a trasladarme a otros lugares tan lejanos como el que hablas.
    Sobre todo juegas con el amor y sus entresijos y ese es un elemento básico para la vida.
    Te sigo y doy ánimos para que no pares de escribir así.
    Saludos desde Murcia y gracias por tus comentarios.

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