Lisboa 12. UN CHÁ EN CHAO DE LOUREIRO
Descansaba en la terraza de Chao de Loureiro, sonó el móvil. La Sé a mi izquierda con aquella palmera que siempre la acompaña, el Carmo enfrente, sin techo y sin corona, y tu voz que sonó ajena, independiente, no me cuentas y me llamas. Eran las tres de la tarde, el chá verde estaba delicioso, la música y el sol calentaban mi cuerpo, el aire acariciaba fresco. A lo lejos mi mirada se centraba en estelas blancas que dejaban los barcos sobre el Tejo, inevitable Tejo que siempre me susurra lo que tú no quieres decirme. Chao fue tu escueta despedida, la silueta de la Ponte 25 de abril también me despedía cuando abandoné la terraza para perderme por las escaldhinas de San Antonio y te besé en la distancia.
Descansaba en la terraza de Chao de Loureiro, sonó el móvil. La Sé a mi izquierda con aquella palmera que siempre la acompaña, el Carmo enfrente, sin techo y sin corona, y tu voz que sonó ajena, independiente, no me cuentas y me llamas. Eran las tres de la tarde, el chá verde estaba delicioso, la música y el sol calentaban mi cuerpo, el aire acariciaba fresco. A lo lejos mi mirada se centraba en estelas blancas que dejaban los barcos sobre el Tejo, inevitable Tejo que siempre me susurra lo que tú no quieres decirme. Chao fue tu escueta despedida, la silueta de la Ponte 25 de abril también me despedía cuando abandoné la terraza para perderme por las escaldhinas de San Antonio y te besé en la distancia.
Alfama tiene varios miradores y terrazas desde los que destacan rojos tejados y torres. En este caso, las torres de la Sé.